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del clero, batallones de exploradores, colegios y congregaciones y los fie- les en general, sobre los cuales alzábanse los estandartes y emblemas poli- cromos y brillantes, con sus imágenes y leyendas. También en las azoteas de los edificios inmediatos a la iglesia ubicóse un público compacto, llenando asimismo la concurrencia un palco de lar- gas dimensiones, construído frente al templo, y al otro lado de la calzada. “La coronación de la Virgen de Pompeya y su Niño, congregó ante- ayer en el barrio de dicho nombre un público tan enorme que sería inútil pretender calcularlo; un público para el aque resultaron de insuficiencia lastimosa todos los medios de transporte existentes y que se arbitraron de manera expresa; tranvías, coches de plaza, automóviles, caballos, sidecars, bicicletas; un público que no cabiendo en la explanada que para la coro- nación se escogiera, una explanada bien amplia, en plena calle, pues el templo se había presentido cue no tendría capacidad necesaria, desbordó del lugar como una ola inmensa, negra e inquieta que parecía ir procla- mando en rumoreo bullicioso la popularidad de la fe en Buenos Aires.” “El espectáculo de la coronación de la Virgen del Rosario de Nueva Pompeya no se borrará fácilmente de la memoria de cuantos lo presencia- ron. Señaló un nuevo y grande pronunciamiento popular de la ciudad de Buenos Aires en el sentimiento cristiano; y señaló además un triunfo me- ritorio de la humildad, el celo apostólico y la perseverancia, encarnado en esos capuchinos animosos que, habiendo llegado al barrio de los antiguos mataderos cuando era él un campo absolutamente incultivado para la pie- dad, nos lo muestran a la fecha fundamentalmente otro en su espíritu, al propio tiempo que, por virtud de una correlacción, que rara vez deja de producirse, otro también en el sentido del progreso material...” Hasta aquí el relato de “El Pueblo”. FRUTOS EXQUISITOS. — En la coronación de la Virgen de Pom- peya de Buenos Aires todo fué espléndido, magnífico, deslumbrador y al- tamente emotivo y consolador; pero hay algo que muy especialmente debe quedar consigando y es el número incontable de conversiones que la Vir- gen Santísima obró el día de la coronación, en hombres, ya jóvenes, ya maduros, y en señoras y señoritas. Muchos de vida desgarrada Y metidos completamente en el fango de los vicios quisieron resistirse; pero la Vir- gen Santísima les hostigó no dejándoles vivir en paz, hasta que, por fin, se rindieron completamente a la gracia. Este es el triunfo de los triunfos, el más colosal e importante de esta buena Madre de piedad y de miseri- cordía. Después de la coronación, la gente afluyó cada vez en mayor número al famoso Santuario, siendo una verdadera bendición de Dios, sobre todo por las conversiones y golpes de gracia que cada día se registran en pro- porciones admirables y providenciales. 69 PP. SONY aaa == == a, q NS ÑS s YA Ñ y A a AS EN 72 TZ diia ¿JA a— TS
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