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antojaban como el ruido del mar, inmenso, interminable... y cuando des- cendió sobre la frente de María la corona de oro, creemos que no fueron tantos los aplausos y los vítores porque nuestros corazones oprimidos de emoción nos impedían hacer otra cosa que llorar de dulzura y estremecer- nos de gozo anticipado de la patria”. “Pasamos a hacer crónica, ya que si fuéramos a decir todo lo que llena nuestra alma el recuerdo de la solemnidad cue comentamos, no llenaríamos nuestro cometido sino que trocaríamos la prosa periodística en un himno grandioso para el aue tampoco nos sentimos con fuerzas”. “Solamente aueremos hacer resaltar la espontaneidad y la grandeza del espectáculo por lo que al público se refiere para gritar una vez más sobre los que niegan la fe de nuestro pueblo y su fino sentido cristiano, que esa fe no ha muerto, antes alienta y vive con insospechado vigor en la mé- dula del mismo para la felicidad de nuestra patria”. LOS ACTOS DE LA MAÑANA “Desde las primeras horas de la mañana el templo de Nueva Pom- peya, que ostentaba en su interior sus galas mejores y se hallaba por fuera empavesado con profusión de banderas nacionales y pontificias, se vió sumamente concurrido por una interminable romería que devotamente se acercaba a los santos sacramentos en honra de la divina Señora que debía ser coronada”. “El templo de suyo espacioso, fué pequeño para dar cabida ni a una parte siquiera de la concurrencia de fieles”. “Como estaba anunciado, a las 8.30, el Auditor de la Nunciatura, Monseñor Mauricio Silvani, ofició la misa de comunión general, acercán- ADELIA MARIA HARILAOS DE OLMOS 60 -
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