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IX. - El Imán de Nueva Pompeya Y es verdad. La iglesia de Nueva Pompeya tiene un imán poderoso, casi omnipotente para atraer los corazones. Es su “Virgencita”, la sin par Virgen de Pompeya, (imagen admirable) prodigiosa concepción artística de la inspiración sublime de un genio creador. ¿Quién no la conoce? ¿Quién no ha derramado su corazón en sentidas lágrimas, en hondos sus- ? piros, ante sus plantas soberanas? ¿Quién, al depositar en su pie el ós culo de amor, no le ha dirigido los ruegos más fervientes? La madre por la salud del hijo enfermo, la esposa por la colocación, el bienestar, la vuelta al buen camino del esposo idolatrado, la niña casadera por la pron- ta realización del ensueño aue acaricia su mente y su corazón, el estu- diante por el éxito feliz de sus exámenes, el empleado por el aumento o conservación de su sueldo, todo el que siente latir su pecho al impulso de una ráfaga de fe viene a depositar sus cariños, sus temores, sus cui- tas, sus deseos ante la augusta Beldad Pompeyana. El Santuario de Nueva Pompeya, decía el diario bonaerense “La Razón” del 14 de febrero de 1925, goza entre los católicos de un presti- gio dificilmente igualado por otro en nuestro país, y bien se advierte que es el fervor religioso el cue anima a los concurrentes al Santuario, pues ni los rigores del invierno, ni las altas temperaturas del verano son óbice para que en las horas de las funciones relisiosas el camarín de la Virgen del Rosario se vea literalmente lleno de fieles que se renuevan incesante- mente”. Es la “Virgencita” el imán aue atrae a todo el mundo, para recibir sus súplicas y despacharlas favorablemente. 28

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