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que en Manila tienen nuestros PP., como aquí en Buenos Aires, donde también cumplió admirablemente con el mismo carac, Fr. Modesto no tuvo jamás enemigos, ni nadie que le mirara mal. Se hacía querer y apre- ciar por todos los que le conocían. Dotado de una energía extraordinaria, que le impedía estar ocioso un sólo instante, tomaba con entusiasmo y calor todo cuanto se refería al servicio de la Virgen, de la que fué siem- pre devotísimo, desempeñando su labor siempre a satisfacción completa de todos sus Superiores. El día anterior a su muerte ocurrida el 23 de febrero de 1928, subió todavía al púlpito, donde rezó con su acostum- brado brío y fervor el santo rosario. Fué un Hermano muy virtuoso y muy útil siempre a su Comunidad. Dios le tenga en su gloria. FR. DAMASO DE BIURRUN. — ¿Quién de los innumerables de- votos que han frecuentado la Santería de Nueva Pompeya no recuerda la venerable figura de aquel viejecito de barba blanca, siempre sonriente y cariñoso, siempre igual y apacible, que lo mismo recibía y trataba a la dama más encopetada que a la más humilde mendiga, dejando a todo el mundo encantado y satisfecho? ¿Cómo olvidar al buenísimo Fr. Dámaso? Su nombre es repetido con amor, con admiración, con verdadero entu- siasmo por miles de personas de todas las clases sociales, de las elevadas y de las bajas, lo mismo en Madrid, donde se hizo popularísimo, en Manila, donde aún lloran su ausencia, que en Buenos Aires, donde ha dejado un vacío deficilísimo de llenar. / Fr. Dámaso fué religioso de un equilibrio interno y externo verda- deramente admirable Y ese es el secreto de los hombres de Dios. “Y muy de Dios era nuestro Fr. Dámaso, dice la revista Nueva Pompeya. Las sombras de la noche en invierno y las primeras luces del alba en verano le sorprendían todas las mañanas al pie del altar y muy cerquita del sa- grario en larga y ferviente y sabrosa plática con el dulce cautivo del ta- bernáculo, preparando su alma para la brega diaria, duro yunque en que adquirió recio temple y se forjó y recibió los últimos toques su espíritu nobilísimo”. Amantísimo de la Madre de Dios, hablaba de ella con ternura, pero a la vez con tal discreción, naturalidad y sencillez que, hasta los más indi- ferentes o prevenidos auedaban siempre encantados de escucharle. Tuvo en su vida muchísimos episodios dignos de figurar en las “Florecillas de S. Francisco”, al lado de algunos de los primeros compañeros del glorioso Patriarca de los pobres; pero siempre, junto a su ingenuidad y sencillez de paloma, aparecía el hombre de talento y de prudencia y discreción consumadas. Su caridad con los pobres no tuvo límites, tanto en aguantar sus impertinencias e importunidades, como en socorrer sus necesidades ma- teriales por medio de la limosna y sus espirituales por medio de la pa- labra amiga, cariñosa, insinuante que dejaba caer sobre sus corazones la- cerados, casi siempre con fruto inmediato y sensible. ¡ Cuando leemos la vida del Beato Conrado de Parhzam elevado al honor de los altares por N. Smo. Padre el actual Pontífice el año pasado y cuya causa de canonización está ya introducida, viénenos inmediatamente a la memoria, sin poderlo remediar, el recuerdo de Fr. Dámaso cuyos rasgos de semejanza con el nuevo Beato son completos y acabados. O RSS TESSA EASY AOS ATINA E<A 105 N ll SSA ZA UY) E (C AN
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