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XXXI. = De Nueva Pompeya a China Dos PP. conocidos de todos los fieles devotos de Pompeya dieron la nota simpática y edificante de ofrecerse como voluntarios a la difici- lísima misión del Kansú que los PP. Capuchinos españoles de Navarra- Aragón sostienen en el interior de China. El primero que salió para la referida misión fué el Rdo. P. Simón de Bilbao que embarcó el día 20 de agosto de 1927 en Valparaiso en un barco japonés hasta Shanghai, donde se detuvo por espacio de algún tiempo, mientras se preparaba la expedición por el interior de la inmensa república mongol, expedición erizada de enormes dificultades y sembrada de horribles peligros. Dos meses de peregrinación incesante, caminando siempre, pero siempre en los vehículos más rudimentarios y primitivos, carretas o caballos, por caminos de herradura, barcas incomodísimas en las vías fluviales, fueron necesarios para llegar al término de su viaje. En varias ocasiones vieron su vida seriamente amenazada por asaltos de los bandidos, que pululaban por todo el territorio, quienes acometieron a la caravana de los misioneros, que debieron su salvación a una espe- cialísima protección de Sta. Teresita del Niño Jesús, no sin haber tenido heridos algunos soldados de su escolta y quedando las señales de las balas en algunos libros agujereados que se exhibieron en la Exposición Misional de Barcelona. El año 1928, hallándose de vacaciones en España pidió también marchar como voluntario a dicha Misión de China el M. Rdo. P. Fer- nando de Dima, Superior a la sazón del Convento y Párroco de Nueva Pompeya. De todos es conocida la personalidad de tan benemérito P., su celo, laboriosidad, su entusiasmo por todo cuanto al Santuario de sus amores se refiere, que hizo que, en el breve tiempo que estuvo al frente de esta Iglesia, se llevaran a cabo obras importantes de embellecimiento y utilidad innegables. La marcha desde Shanghai hasta el Kansú del P. Dima fué una ver- dadera odisea. Formando parte de una expedición de chinos, a fin de pasar desapercibido entre los bandoleros, se vió obligado a llevar una vida de las más rigurosas privaciones, llegando al fin de su viaje en el estado más lastimoso de miseria y suciedad; pero animoso y decidido. a Los dos Padres son verdaderos apóstoles, sin que decaiga su ánimo, a pesar de que, varias veces les han despojado los bandidos de todo cuanto 102
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