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XXVII. = Notas acerca del Claustro de Nueva El claustro es concepción verdaderamente genial y original del eximio artista A. César Ferrari, auien también llevó a cabo la realización de su pensamiento. Es el primer pedazo de tierra americana consagrado a evocar con toda fidelidad los claustros conventuales del año 1200. Entrando al claustro se tiene inmediatamente la impresión de que el artista ha logrado su intento, sin necesidad de importar piedra por piedra las de los originales, como hacen los americanos del Norte; pues a poco de contemplar la portada, realmente monumental, ya nuestro ánimo está devotamente dispuesto y acoge plácidamente la advertencia de la lápida: “Peregrino, si la fe y la esperanza guían tus pasos, este es el lugar de la paz y del consuelo”... y a pocos pasos del umbral se siente el despren- dimiento tan completo del mundo, que la Avenida Sáenz, el ómnibus que nos ha traído al Santuario, la actividad, el vértigo de la vida ciudadana con sus diversiones y placeres son cosa lejana, anacrónica. Estamos en pleno siglo XI. Hasta las rosas de los pequeños canteros parecen tener colores de otros tiempos, y los cipreses y laureles, palmeras y magnolias del jardín, ponen su nota helénica cortando con su elegante verde oscuro, la línea rígida y gris de las cornisas. La serie de columnas, de elegancia y esbeltez exquisitas, son todas Pompeya distintas. Todos los elementos de que el arte dispuso hasta el 1200 han contribuído a su concepción, resultando así un conjunto múltiple y ho- mogéneo. Los capiteles también son todos diferentes y a tono con la forma o estilo de sus columnas respectivas. El elemento más importante de decoración, por ser el más caracte- rístico del estilo, son los escudos episcopales y de familias. La variedad de los mismos es tal que resulta una de las notas más originales del claustro. Todos los Obispos argentinos y muchas familias han querido estar presentes y rendir así homenaje y pleitesía a la Virgen de Pompeya, cuya imagen corona el monumento central. Recortando un rectángulo azul de cielo corre el cornisón de piedra gris, hecho de pequeños arcos profundos por los que asoman las cabezas de las bestezuelas amadas de S. Francisco, alternando con cruces latinas y flores de lis. El púlpito es de estilo longobardo con influencias moriscas y bizan- tinas. Lo sustentan seis columnas del más verdadero estilo morisco. Los capiteles están adornados con astrángalos, crucesitas, cabezas y ábacos, en 9 —
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