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Tercer domingo después de la Epifanía Poder de la oración bien hecha para reco- brar de Dios auxilio en nuestras necesidades. Evangelio según San Mateo. (Cap. VIID. En aquel tiempo: Habiendo bajado Jesús del monte, le fué siguiendo gran muchedumbre de gentes. En ésto, viniendo a El un leproso, le ado- ba diciendo: Señor, si Tú quieres, puedes limpiar- me. Y Jesús extendiendo la mano, le tocó dicien- do: Quiero: Queda limpio, y al instante quedó cu- rado de su lepra. Y Jesús le dijo: Mira que no lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote, y ofrece el don que Moisés ordenó, para que les sirva de testimonio. Y al entrar en Cafarnatn le salió al encuentro un centurión, y le rogaba, di- ciendo: Señor un criado mío está postrado en mi casa paralítico, y padece muchísimo. Dícele Je- sús: Yo iré y le curaré. Y replicó el centurión: Señor, no soy yo digno de que Tú entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y quedará cu- rado mi criado. Pues aun yo, que no soy más que un hombre sujeto a otros, como tengo soldados a mi mando, digo a uno: marcha, y él marcha, y al otro: ven, y viene; y a mi criado: haz esto y lo hace. Al oir esto Jesús, mostró gran admiración, y dijo alos que le seguían: En verdad os digo, que aun en medio de Israel no he hallado fe tan

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