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a E do. Ya veis si tenemos que agradecer a Jesús aun en las cosas de este mundo. Gracias a El hemos encontrado no- sotros una cuna al nacer y unos padres que nos han cui. dado con amor y a costa de grandes sacrificios. Pensad vosotros qué suerte hubiera sido la vuestra, si hubierais nacido en un hogar pagano; si nacidos, os hu- biéran echado a la calle u os hubieran vendido. Pues ésa era y es la triste suerte de los niños en los pueblos que no conocen o rechazan las enseñanzas de Jesucristo res- pecto del hogar. Pero al mismo tiempo que dais gracias a Dios por tan grande beneficio habeis de aprender a amar y respe- tar vuestra casa, vuestra familía. Tres casas son las que habeis de tener como propias y santas: la casa donde vi- ven vuestros padres y vuestros hermanos con vosotros y es vuestro hogar; la escuela donde se os enseña y se os educa santamente y el templo o la iglesia que es casa de Dios, casa de todos, porque en ella vive y en ella reside Nuestro Padre que está en los cielos. En la calle, en las plazas, en los lugares de diversión, habéis de estar como de paso, y andar con mucho cuidado, porque están sembrados de peligros. No seais de esos niños ma- los que en casa están siempre de mal humor y riñendo con todos y en la calle contentos y alegres con sus ami- gos, no siempre buenos. Jesús nos enseña con su ejem- plo a amar la familia y a vivir santamente en ella. Apren- damos.

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