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e dando en el oficio de carpintero a San José y en los que- haceres domésticos a la Virgen SSma. nos dejó una elo- cuentísima lección de lo que es y de lo que vale la vida do- méstica. Era importante recordarlo a los hombres y a las mujeres, porque ambos habían profanado el hogar y eran víctimas de su derrumbe. Los niños y las niñas eran aún más desgraciados que sus padres. De tal manera el pe- cado había invadido la familia que la mujer era una es- clava vil bajo el poder del marido, tirano que la despre- ciaba y la cambiaba como se cambia de casa o de vestido. El amor verdadero era desconocido, y ya podeis suponer lo que sería una familia sin amor. Los pobres niños, si eran enfermos de pequeñitos, los echaban a los perros, y las niñas lo mismo, y si éstas eran sanas y sus padres no las querían, las vendían como esclavas. ¡Pobres niños y niñas, expuestos siempre a quedarse abandonados, por- que sus padres reñían y se separaban, o a ser echados de casa por inútiles, como un estorbo. Pero llega Dios a la tierra y no toma la forma de un gigante fornido y po- deroso, sino la forma de un niño pequeñito en brazos de una tierna y delicada Madre. Vive en su casita muchos años, haciendo la felicidad del hogar más santo, y enseña así cómo debe ser reconstituído el hogar para que sea cristiano y feliz. Por eso dedicó treinta años al hogar, porque era lo más importante. Sin hogar no hay felicidad posible. Siguiendo la misma idea, quiere Jesús bendecir con su presencia un matrimonio que comienza en las bodas de Caná y, es fundamento de la nueva familia. Por éso fué allá con su Madre Santísima. No acudió a la invitación por pasar el rato, ni por comer, y divertirse, no; acudió para llamar la atención del mundo hacia ese rinconcito que se llama el hogar doméstico e invitar a todos a san- tificarlo, librándolo de las desgracias en que estaba cai-

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