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00 nes del pobre corazón humano para poder fiar de él tan grandes cosas?... ¿Cómo podríamos fiar del ardor pasio- nal de ese corazón las tremendas reponsabilidades de la paternidad y de la maternidad?... En lo mejor de la vida cuando todo parece sonreír a los esposos, comien- za a faltarles el vino; tras unas corazonadas vienen otras diametrálmente opuestas y llega el entibiamiento del primer amor, jurado tantas veces, y el enfriamiento y el cansancio. Así se justifican por los teóricos y por los cobardes la profanación de la vida conyugal, y los aten- tados contra la indisolubilidad del vínculo que un día unió a los esposos. Apenas si el respeto a los hijos consigue mantenerlos exteriormente juntos y cuando el ambiente está corrompido se cae en la conspiración general contra los hijos y contra el matrimonio mismo, anhelando por el amor libre y sin trabas de familia. Argumento moral. He aquí por qué el Divino Redentor de cuanto la culpa primera y la corrupción original había manchado y destruído, se presenta entre nosotros viviendo inten- samente la vida en un hogar santísimo en el que no tuvo la menor parte el amor sexual; y en el momento en que se dispone a regenerarlo todo, comienza por el milagro de las Bodas convirtiendo el agua en vino, para que la fiesta acabase mejor de lo que comenzó. Así sucede siempre que los esposos se atienen a las santas leyes del Sacramento del matrimonio. Van ellos al altar con sus almas rebosantes de amor natural, de afectos que

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