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Pao eS la flor de dejarles ignorar lo que deben a Dios y el mo- do de entenderse con El. No es la paternidad un dominio incondicional sobre los hijos, como quien posee algo que puede hacer ser- vir a su antojos. Un niño es, ante todo, persona humana con todos los derechos a ella inherentes, y con todas las gravísimas responsabilidades de un ser moral. Ante los destinos de un niño, toda ley y toda autoridad hu- mana tiene una limitación absoluta. Nadie puede estor- barlos, nadie puede abandonarlos, y menos torcerlos positivamente sin incurrir en grave culpa, que es como un homicidio, supuesto que tira a matar el alma y hacer fracasar sus destinos inmortales. Ante todo es de Dios. En nombre de Dios, debe educarse al niño que para Dios ha nacido. Quien no lo entienda, usurpa derechos divinos imprescriptibles. He aqui porque Jesús-Niño recobra por unos días la soberana libertad de acción que le compete, para darnos a entender que, en tratándose de los derechos de Dios sobre nuestra vida y nuestro destino, no ha de haber vínculos de carne y sangre que nos desvíen, aunque sean tan puros, tan amados, tan sublimes como losque le unían con su adorable e inmaculada Madre. Antes de soltarse de sus brazos en la plenitud de su vida, ha dicho solemne y públicamente, que la potestad paterna no puede jamás ser un obstáculo al cumplimiento de las cosas que tocan al honor y gloria del Padre que te- nemos en los cielos. Así lo entendió Maria y por eso la vemos recogida en su interior meditando los designios de Dios, adorán- dolos amorosamente y viviendo todavía dieciocho años To
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