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8 — ta nosotros, y los caminos por los cuales notros hemos lle. gar hasta El? ¡Qué desgracia! Muchísimos chicos apren. den algunas frases de memoria; no las estudian, no las saben entender bien, se quedan ignorantes de las cosas de Dios y del alma, y así se figuran que pueden recibir al Señor, o que basta haberle recibido, en la Primera Comu- nión con mucha solemnidad, con trajes y cinta blancos, y después dejan olvidar todo y se apartan de Jesús y le obligan a alejarse de ellos, porque todos los caminos de m0 58 su alma se van cubriendo de maleza y de zarzas otra vez, ! 1] Además es necesario no solo saber a quién se recibe y quién es el que viene a nosotros, sino tener deseos de que llegue. A lo mejor se encuentran niños y niñas de diez años y de doce que no han comulgado, que no tie- nen deseos de hacerlo y no lo hacen: dándose el caso de que lleguen a los quince y a los veinte sin comulgar. ¡Qué vergiienza y qué desprecio para Jesús! El anuncia que quiere venir a nosotros para darnos sus gracias, y noso- : tros, tan necesitados de ellas, las desperdiciamos; eso no ; ' puede ser así. Por lo mismo todos los niños han de vivir j pendientes de la llegada de Jesús, dejarse preparar bien por quienes tienen misión para ello; y si sus padres se descuidan en prepararlos, urgirles con ruegos, pues se trata de encontrarse con Dios y de conocerlo, y para eso, de tener el alma pura y limpia. ¡Bienaventurados los lim- pios de corazón, porque ellos verán a Dios! DA Ri A A MER $ aw . A A A

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