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7 Bautista daba la clave del reinado de Jesucristo todo espiritual y sobrenatural; nadie podía llamarse a enga- ño sobre los procedimientos que a todos se impondrían para ser cristianos. Aún en el orden natural de los conocimientos hu- manos, nuestros sentidos y potencias requieren cierta adaptación a las cosas materiales que perciben para po- der tener de ellas exacto conocimiento. [No podemos ver sino en ciertas condiciones de luz y distancias que nuestros ojos, puedan utilizar sin menoscabo de su in- tegridad: lo mismo del oído y de los demás sentidos. Para poder saborear las ciencias del espíritu precede necesariamente cierta elemental preparación sin la cual la belleza y la armonía y la verdad y las proporciones que forman el deleite de nuestras facultades superiores, no son percibidas por nosotros. ¿Cómo pues, podríamos ponernos en contacto con la inteligencia de Dios, ni adaptarnos a su querer, ni vivir de su vida divina sin atemperar nuestro ser: al di- vino? Y esto con tanta mayor razón, si se considera que la Encarnación del Hijo de Dios tiende de sí misma a verificarse personal y físicamente en cada uno de no- sotros: que el resultado abiertamente querido e inten- tado por el Verbo de Dios fué, no sólo incorporase a una naturaleza singular y honrar desde ella a toda la especie indirectamente, sino transformar a cada uno en sí por la Santa Eucaristía, que es la encarnación parti- cularísima, verificada en cuantos comen y beben el cuerpo y sangre de Jesucristo.

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