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== Argumento apologético. De este concepto de la vida cristiana podemos ya deducir cual sería la preparación que el Precursor pre- dicaba en las márgenes del Jordán. Voces de peniten- cia, de humildad, de arrepentimiento de los pecados, eran las que resonaban en los oídos de los discípulos del Bautista, y ofendían las pretensiones pseudo-mesiá- nicas de los escribas y fariseos, que solo miraban en el prometido Hijo de David un cómplice de sus ambicio- nes políticas y de sus intereses terrenales. Cumpliase, como dice el Evangelio, la profecía que anunciaba la predicación de Juan: «enderezad las sendas para el Señor; todo valle será terraplenado y toda eminencia achicada; los caminos torcidos serán enderezados y los escabrosos suavizados; entonces ve- rán los hombres y gozarán la Salud de Dios. ¿Quién no ve en estas frases metafóricas el proce- so necesario que, se impone a todo hombre para incor- porarse espiritualmente a la Obra de salvación de Jesu- cristo? Se impone esa adaptación del hombre carnal, del hombre terreno a Dios, que es espíritu: la peniten- cia adelgaza ese cuerpo de pecado, donde radican las concupiscencias abyectas; es necesario abajar el orgu- llo, que es como eminencia hinchada que obstruye el paso a la voz, y a la gracia del Señor: es necesario en- derezar lo tortuoso de nuestro amor propio y desbrozar el alma de las espinas de la codicia; en una palabra, de- be todo hombre purificarse, adaptarse a las exigencias del trato con Dios; esta preparación predicada por Juan
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