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E el orgullo y la osadía de aquellos hipócritas el Santo Bau- tista les dice sencillamente que él es el Precursor del Mesías que ya llega, que ya está en medio de ellos y a quien se resisten a reconocer: y para darles en rostro con su soberbia les dice que quien viene en pos de él es tan grande que no se tiene por digno ni aún de desatarle la correa de su calzado. Con esto los invitaba a ir a buscar al divino Maestro, a escucharle y seguirle. 1¡Sí... para eso estaban aquellos malos hombres!! Se fueron deshumorados y continuaron poniendo asechanzas a Jesús para ver silo cogían en alguna palabra o en al- guna obra pecaminosa para acusarlo y calumniarlo. Eran malos de veras aquellos miserables. Pues todavía tienen muchísimos imitadores. Vosotros y yo conocemos, niños atrevidos que preguntan con osadía, sin deseos de saber la verdad, sin ganas de seguir el consejo que se les dé; sino que enseguida se ponen a discutir con sus padres, con sus maestros, con sus mayores, y a contestarles y a interpelarles: ¿Por qué, por qué, por qué??... y, sindar lu- gar a que se les responda, continúan preguntando a ver si les responden algo que sea de su gusto: éso es lo que ellos buscan, que les respondan a su sabor, nada más; y no creen ni hacen el menor caso de los buenos consejos, porque no se acomodan a sus caprichos. Y no obstante, así como San Juan era el Precursor de la llegada de Jesús y predicaba para prepararle los ca- minos, el padre, la madre, el maestro!o maestra, el sacer- dote sobre todo, y cuantos se dedican a instruir y educar a los niños no hacen otra cosa que preparar los caminos por donde los niños lleguen al conocimiento del Señor y de sus eternos destinos, y conociéndolos, se preparen pa- ra ser hombres buenos y correctos y fervorosos cristia- nos, honra de la familia en que nacieron y del nombre de Cristo que los honra y los separa de los gentiles, de los
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