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o Explicación para los niños El domingo pasado, segundo de Adviento, os decía que los niños hacen bien preguntando lo que les conviene saber a quienes pueden y saben responderles con acier- to; así lo hicieron aquellos discípulos de San Juan, los cuales, en viendo los milagros que Jesús hacía, para con- vencerles de que El era El Mesías, se fueron muy con- tentos a dar cuenta a su Maestro de lo que habían visto y oído. Pero había otra clase de curiosos que sospechaban también de la misión de Juan Bautista y querían saber de cierto quién era aquel hombre extraordinario. Eran los escribas y fariseos, hombres perversos que se creían con derecho a saberlo todo y a enseñar al sencillo pueblo cuan- to les ocurría. Enviaron pues una delegación de entre ellos al Bautista a quien preguntaron descaradamente: «¿Quién eres tú?.. y no esperaron respuesta, como. ha- bréis observado, al oir el Evangelio, sino que continua- ron preguntándole si era Elías, Moisés o alguno de los antiguos Profetas! Cuánto más educado y prudente hu- biera sido esperar la respuesta a la primera pregunta, ¿verdad?.. El interrogado responde sencillamente que él no es Elías, ni Moisés, ni profeta alguno de los antiguos. Entonces ellos le interpelan arrogantes: «Pues ¿por qué bautizas, si no eres ninguno de esos personajes?... ¡¡Qué atrevidos!! ya están cambiando los papeles, ya comien- zan a descubrir la dañada intención con que preguntan lo que no están dispuestos a aprender. Ante la petulancia y
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