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EG pecados del mundo. Jesús es el hombre deletreado en el libro mas grande, en el más público y famoso que se ha escrito, y por eso se llama La Biblia: el libro de los libros. Todo él habla de Jesucristo; los judíos que lo guardan no han cambiado una tilde providencialmente, y éso que en cada página está demostrado lo vano de sus esperanzas mesiánicas, realizadas ya en el Hijo de María. Ningún pueblo espera ya al Mesías, y la raza maldita que lo desconoció, ya no es pueblo, y si tiene expectativas de serlo, es para cuando reconozca el ye- rro de sus antepasados y proclame como los cristianos de todos los siglos, al Hijo de David por Hijo de Dios. En una palabra, la esperanza y la profecía de Jesús dió vida a todo un pueblo que fué el mejor organizado de la tierra, el más moral, el más santo, mientras sirvió de vehículo al reino Mesiánico; al caer ese pueblo, Jesús dió vida a la sociedad humana más santa y mejor orga- nizada y que ha sobrevivido y sobrevive a las ruinas de todas las demás sociedades y reinos, la Iglesia católica, el verdadero pueblo escogido, el reino de Cristo sobre la tierra. Es decir, que ni el pasado, ni el porvenir se ex- plican sin Jesucristo. He aquí porqué el Santo Precursor se yergue austero en el desierto y apunta con el dedo a Jesús, como quien dice, a cuantos quieran escucharle: «Ese es el Salvador; miradlo bien, no esperéis otro; El es el principio y el fin de las cosas, El es el que borra de la tierra la iniquidad. Argumento moral Si los Jefes de Israel no hubieran estado preveni- dos contra la verdad por prejuicios terrenos, hubieran
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