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+36 — doles que ya está en medio de ellos, y que él no se siente digno de desatar su calzado. Detengámonos unos instantes en esta actitud seve- ra del Bautista, para fijar la atención en el argumento sin réplica que sugiere a los que le interrogan, en favor de la divinidad de Jesucristo; y luego consideremos la mala disposición de quienes hacen la consulta sin valor moral para llegar hasta esclarecer la verdad. Argumento apologético Afirma resueltamente el penitente del Jordán que él es la Voz que clama, según estaba predicho por el profeta Isaías. Es Juan el último eco de la promesa del Redentor hecha al mundo en el paraíso perdido. Dios había hablado desde entonces en todas las generaciones de los hombres: y el conjunto de las Profecías, de las fi- guras y de las tradiciones había escrito y fijado de an- temano la fisonomía de Jesucristo y delineado admira- blemente su misión salvadora. Nadie podría desconocer- lo, de no estar voluntariamente cegado por prejuicios interesados; he aquí una demostración sorprendente de la divinidad de Jesús; no'es un ser desconocido en el mundo; ha vivido en él desde el principio; la mente de los hombres se ocupa de El hace muchos siglos; todos lo esperan; Juan lo señala y dice; «Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». La primera vez que Jesús aparece en la Vida pública en sesión de la Sinagoga del sábado sagrado, en presencia del pueblo y de sus doctores y sacerdotes abre al azar el Libro

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