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A Aclaración literal del texto El santo Evangelio de hoy nos invita de nuevo, a pensar en la solemnidad del momento de expectación porque atravesaba el mundo cuando El Divino Redentor apareció entre los hombres. Vimos el domingo pasado la embajada que el Bautista envió a Jesús con un grupo de discípulos del Precursor, conteniendo una pregunta llana y sencilla, como de quien lealmente desea saber la verdad; oímos también la concluyente respuesta de Je- sucristo, fijando la atención de cuantos «la oyeron en testimonios irrecusables que autorizaban su divina mi- sión. Hoy nos encontramos con otra embajada y con otra pregunta, no tan leal y sincera como la primera, pero que expresa la misma ansiedad que embargaba al pue- blo de Dios en aquella hora solemne, Ya habéis oído el texto evangélico. El Sanedrín, con plena autoridad, y con ostentación de la misma, interroga a Juan en el de- sierto para saber quien es él, ya que la atención pública inquietaba los ánimos de los fariseos y defensores de sus ideas propias sobre los acontecimientos que todo 1s- rael esperaba y tocaba al parecer con las manos. ¿Quién eres tú?. Ante la resuelta negativa de Juan que dice no ser él El Cristo, ni Elías, ni el Profeta, yérguese osten- tosa la comisión del sanedrín e interpela porqué Juan bautiza, si no es Cristo, ni Elías, ni el Profeta. El santo Precursor mantiénese en su austera serenidad y les pro- testa de su misión, profetizada en los libros que ellos leen y enseñan; más aún, señálales al Mesías, asegurán-
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