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MA y dar a todos según sus obras. En cuanto estemos todos reunidos en el gran valle de Josafat, comenzará una es- cena sorprendente y mucho más tremenda para muchos, que los horrores del cataclismo de los mundos materiales, Jesús hará la separación de buenos y de malos. Y !qué necesaria es tal separación! ¡Sólo Dios, que conoce muy bien quien es cada uno, podrá hacerla. Ya veis lo que pa- sa en este mundo; andan todos mezclados: niños buenos con niños malos en la misma casa, en la misma escuela, en las calles y plazas: ¿quién los distinguirá bien? A lo mejor un niño bueno traba amistad con otro chico y éste comienza luego a inducirle al mal, a inspirarle travesuras de mala clase, a decirle palabras feas, a hablarle contra sus padres o contra los sacerdotes; y si el niño no se da cuenta pronto del peligro y no se aleja de él, luego se le ve tan malo y perdido como el que le corrompió; y así se pierden muchos y muchas por andar revueltos con los ma- los como en un cajón de manzanas las sanas con las po- dridas. Y ¡cuánta hipocresía! ¡qué bien saben fingir algunos niños ante sus padres y mayores la maldad de su corazón y engañarles y mentirles! Pero, como Dios ve lo íntimo del corazón, a El nadie le puede engañar; sabe muy bien quien es cada uno de nosotros; sólo que ahora en este mundo consiente en callar y en esperar como quien no sabe las cosas, para darnos lugar al arrepentimiento y al perdón. Llegará pues el día de la tremenda separación; nada de mezcolanzas de mentirosos, revolvedores, deso- bedientes e impuros, perezosos y avarientos, con niños humildes, obedientes, limpios de corazón, estudiosos y sinceros y leales: cada uno a su lugar. Allí veremos en- tresacar de grupos, así como éste, uno, dos, seis, veinte chicos avergonzados a la luz del día del Juicio y mandar- los formar en vergonzosa procesión hacia la izquierda, allá
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