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— 268— las riega el cielo con agua subida del mar, los árboles y las plantas están hermosos y llenos de fruto. Pues éso mismo sucederá a nuestro cuerpo: como el de Jesús, subido al cielo, será como un espíritu: perderá su pesadez y se verá libre de la corrupción; pero a condición de que suba, Y no puede subir sin esfuerzo, sin privarle de muchos ca- prichos. Los niños que se ocupan solamente de regalar su cuerpo y por ellos ofenden a Dios, y se encenagan en los vicios, y se cargan de pecados, son como uno que quisie- ra volar y se cortara las alas y se metiera en los bolsillos mucho plomo y una carga grande de piedras. ¿Volaría, su- biría?.. ¡No! Se caería y rodaría hasta los abismos. Con que ya lo sabéis. Estamos destinados a subir al cielo. En este mundo criamos alas de virtudes y buenas obras que son como el gas que nos levanta y hace más ligeros que el aire. Quien quiera pues, subir donde está Jesús y quedarse allí con los ángeles, que se purifique, se espiritualice, se llene de buenas obras como un globo de gas. Así podremos escalar las alturas. Pero si al globo no le sueltan las amarras, por mucho que lo inflen, no se des- pegará de la tierra: así sucede a muchos niños que son buenos, pero sujetos con compromisos de malos compañe- ros y diversiones que en los días de fiesta les estorba oir la santa Misa. Les queda tiempo para todo, menos para levantar el corazón al cielo y acordarse de su eterna Pa- tria y de Dios que los espera allá con un lugar preparado por Jesús desde que se adelantó a nosotros como guía y Salvador, Ea, pues, a romper esas amarras, a libertarse de todo compromiso que tire hacia abajo y os quite el tiempo y el gusto de pensar y hacer algo por vuestra al- ma diariamente. Jesús nos manda inspiraciones santas desde el cielo. No las despreciemos.

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