BCCPAM000R16-1-28000000000000
o cri” $ PRA A PP — 256— Explicación para los niños Todos estamos de acuerdo en que los niños son muy pedigiieños; en cuanto ven algo que les gusta, ya están pidiéndolo. Desde muy pequeñitos y sin que se lo hayan enseñado, saben muy bien estirar los brazos y abrir las manecitas, acompañando el gesto con medias palabrasy llantos enteros; ¿no es verdad?... Bien mirado, no es és- to nada extraño; es propio del que no tiene, pedir lo que le falta: y como los niños pequeños carecen de todo y ex- perimentan necesidades muy reales y sensibles, lógico es que pidan y lloren; nacemos desnudos y con hambre, así sea nuestra cuna de oro, y de seda la ropa que nos cubre, Cuando ya somos mayores, creemos bastarnos sólos, pero, en cuanto caemos enfermos o nos hacemos viejos, reincidimos todos a la manía de los niños, pedimos: nece- sitamos del auxilio de los que nos rodean. Esto es verdad tratándose del cuerpo; pero aun es mucho más tratándo- se del alma. El niño, que después será quizá un Salomón, nace ignorante: no sabe ni cómo se llama, ni conoce a sus padres; no sabe sino llorar: no sabe distinguir el bien del mal y cuando comienza a distinguirlo, se inclina al mal más fácilmente que al bien; necesitan por tanto, los niños quien les enseñe y los enderece y los ayude a vencer las dificultades de su alma, y más cuando se trata de su eter- na salvación; no saben de dónde vienen, ni a dónde van, ni cuál es el camino que les ha de llevar al cielo. ¿Cómo no ha de ser una cosa muy lógica y natural que los niños aprendan a pedir todas estas cosas tan necesarias? He
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz