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55— Jesús con un significado realismo que encierra todo el secreto del Cristianismo y marca la irreductible diferen- cia de todo otro culto de la Divinidad, aun el del pue- blo judío que invoca a Jehová o a Adonaí, pero siempre con espíritu de temor o de interés nacional y terreno. Nosotros rezamos el «Padre nuestro que estás en los cielos» y el cristiano que no lo reza, o quien lo reza sin poner en esa oración santísima toda su fe y todo su amor, no alcanza a ponerse en contacto con el alma de Jesús que da valor y significación concretísima y obje- tiva a esa invocación sin significado alguno, sino es sa- crilego, en quien no se siente por la gracia hijo adopti- vo de Dios en Jesucristo, su Divino natural Hijo. Así se explica la esterilidad de tantas oraciones ru- tinarias, soporíferas, que no son sino movimientos verti- ginosos de los labios pronunciando palabras que ni el que las dice las entiende, ni Dios las escucha, porque no tienen alma, porque no salen del corazón. Piensan los ta- les que serán oídos «in multiloquio», como pensaban los fariseos, cuando Dios oye el latido del corazón y atien- de los gemidos del alma, como los de la Magdalena que fué perdonada porque amó mucho, sin que desplegara sus labios en una plegaria. Unámonos, por tanto, con Jesús para orar todo los días y en toda ocasión. Seremos oídos infaliblemente; pediremos lo que nos conviene y a Dios agrada. Dios nos ama desde el momento que amamos sinceramente a su Hijo, y como a hijos nos escucha y como a hijos nos bendice y como a hijos dará participación en la heren- cia de la gloria.
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