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1 y Ls ap a prima A o dois it DE ARO LT ARE Rc e Pan. st a — 254— Argumento moral Por aquí entenderemos lo absurdo de la actitud al. tanera de ciertos orantes modernos que no hablan con Dios Padre, sino con la divinidad diluida en la penum- bra de vagas ideas. Se les antoja que oran porque com- ponen unas frases retóricas con las que se figuran que sorprenden al Ser supremo y lo deslumbran. Otros más fatuos quieren reducir la oración del cristiano a unos momentos de silencio con los cuales expresan el vacío de sus almas y esperan en un alarde pueril de metalis- mo, que las fuerzas todas del cosmos se paren y se su- men a su aspiración de culto insusbstancial, rendido a un ente de razón inventado por la estupidez del hom- brecillo. Vemos otrosí, lo incompleto de esas oracio- nes frías, rígidas, como un deber a duras penas cumpli- do o como una exigencia de la naturaleza que pide lo que le falta, no al Padre que está en los cielos, sino al creador ante el cual oran a su modo los pajarillos que pían en el nido y las fieras que rugen en los desiertos, sin saber lo que hacen. Nuestra posición ante el trono del Altísimo no es de criaturas simplemente, como las irracionales o las inanimadas, sino de seres levantados a un orden sobrenatural; tenemos una sobrenaturaleza para poder poseer a Dios mismo y hablar con El como habla el hijo con el padre, con amor, con confianza. Nuestra oración no es una exigencia, es un acto de amor y de gratitud, no es el grito de la naturaleza, es la voz de la gracia del Espíritu Santo que ora en «cada uno con gemidos inenarrables», poniendo en nuestra boca el «Abba, Pater,» tomado de los labios de Cristo

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