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Quinto Domingo después de Pascua El mismo Jesucristo se constituye nuestro intercesor permanente para escuchar nuestra oración y hacerla valedera ante su Eterno Padre. Evangelio según San Juan. (Cap. XVI) En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: En verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedidle y recibi- réis, para que vuestro gozo sea completo. Estas cosas os he dicho usando de parábolas. Va lle- gando el tiempo en que ya no os hablaré con pa- rábolas, sino que abiertamente os anunciaré las cosas del Padre. Entonces le pediréis en mi nom- bre; y no os digo que Yo intercederé con mi Pa- dre por vosotros, siendo cierto que el mismo Pa- dre os ama, porque vosotros me habéis amado, y creído que Yo he salido de Dios. Salí del Pa- dre, y vine al mundo: ahora dejo el mundo, Y otra vez voy al Padre. Dícenle sus discípulos: Ahora sí que hablas claro, y no en proverbios. Ahora conocemos que Tú lo sabes todo, yno has menester que nadie te haga preguntas; por don- de creemos que has salido de Dios.
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