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pa A A e ay = .. y : a A A ol > a En y e o — 242— vo su germen en el Sacerdocio conquistado por Jesu- cristo, el Hijo de Dios humanado, por el cual es mues- tro Pontífice iniciado en la Encarnación, ofrecido en la Cena Eucarística e inmolado en la cruz, en la que que- da fijado el decreto de nuestra liberación y de donde. parte el río de Sangre y de agua que nos redime y lava en el bautismo a una con el Espíritu Santo, que descien- de sobre cada uno de los redimidos. Pero el Sacerdo- cio se inicia con la infusión del Espíritu Santo desde el Orden del diaconado hasta la plenitud del sacerdocio que es el episcopado, dotado de la paternidad de toda vida perfecta para reproducirla y propagarla. Ved pues la admirable infusión del Espíritu prome- tido por Jesucristo, derramada desde su frente sacerdo- tal, pasando por obispos y sacerdotes, y santificando a los simples fieles, quienes, luego de hechos hijos de Dios, reciben el mismo Espíritu que confirma lo que el Padre y el Hijo obran en cada uno. Podrá parecer mis- teriosa y recóndita esta economía redentora y santifica- dora; no lo es menos la florescencia de la vida natural en la que intervienen constantemente el poder, la inte- ligencia y el amor del Creador, pero nosotros tenemos a nuestra vista los efectos producidos en la Iglesia por el cumplimiento superabundante de las promesas de Cris- to, razón única que explica esa vida sobrenatural que fluye de la Redención. Ya lo habéis oído en el texto evangélico; después que Jesús se ausentara de los su: yos para volver al Padre, la semilla de la divina pala bra y de la gracia por El depositada en la mente y en el corazón de los fieles comenzaría a florecer con la in- fusión de los dones del Espíritu Divino recibidos del
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