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de on: a A amor y la confianza les da la paz del alma, pura de toda mancha. Cuando caéis enfermos, luego se presenta a la cabe. zera de vuestra cama un caballero a quien no conocéis; es el médico que os examina, y vosotros le decis confiada. mente todo vuestro dolor, y le pedís que os lo quite, Muy bien. Pero ¿de dónde os viene esa confianza en ese desco. nocido? ¿Habéis registrado bien sus patentes de doctor? ¿No os envénenará por ignorancia o por malicia? No se os ocurre tal cosa; vuestros padres, de cuyo amor estáis bien seguros, lo han llevado allá y esto os basta; estáis tranqui- los y tomais los remedios que os receta, seguros de sanar, Con ello dais prueba de que la alegría no está en lo que se ve y se palpa exteriormente, sino que nace del corazón, Pues ésto es lo que Jesús decía a los apóstoles: que cuando El se ausentara de ellos, no lo verían ni tocarían, pero sen- tirían muy adentro su presencia y su ayuda y su consuelo: de manera que el mundo, aun matándolos con exquísitos tormentos, no los podría poner tristes. Ya habeis leido y oido leer la historia de los héroes del Cristianismo que son los santos y los mártires. Jamás los habeis sorprendido llorando ante los verdugos, ni en medio de sus penitencias, ni en el cumplimiento de sus deberes, sino siempre con la sonrisa en los labios. Morían cantando alabanzas a Diosy dejaban burlados a los perseguidores que les quitaban la vida, pero no podían arrebatarles el gozo. Dejaban con- fundidos a los mundanos que no pueden saciarse con na- da y andan siempre con hambre de gozar placeres bestia- les, mientras que el santo vive feliz en la pobreza y el desprecio de todos los bienes de la tierra. Es, pues, Dios quien da la alegría santa; los malos no la tienen: en cuan- to se reconcentran un poco sienten el aguijón del remordi- miento y tienen miedo. Vosotros no tendreis miedo, ni en en la vida, ni al morir en brazos de Dios.

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