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93 jamás un siglo, sin que se repitan en varias formas aquí o allá las violentas crisis de rabia y furor, seguidas de locas alegrías del mundo, inadaptable al Evangelio de- clarado anticuado y letra muerta, mientras van pasando las generaciones de los hijos de Dios, practicándolo, santificándose y entregándolo a las que llegan, orlado de luz y de pruebas sacadas de los triunfos conseguidos contra! sus contradictores y calumniadores. Pero... ¡cuántos no titubean y se desalientan como si la ausen- cia del Maestro fuera definitiva y no contaran más que que con sus débiles fuerzas! ¡A estos pusilánimes de- bemos repetirles la lección soberana del Maestro: «El mundo se alegrará un tiempo, el mismo en que vosotros lloraréis; pero confiad: vuestra tristeza se convertirá en gozo que nadie podrá arrebataros. ¿No se produce en efecto ese fenómeno de depresión espiritual colectiva- mente, sino por la disminución individual de la fe. Ca- da uno ha de ser probado y la prueba bien llevada por cada uno es la victoria de todos. Argumento moral Y éste es el lado práctico de las amorosas previsio- nes manifestadas por Jesucristo a los suyos y que,al rea- lizarse, marcan bien la posición que ocupamos respecto de su adorable Persona y de su doctrina sublime. ¿Qué sabe el que no ha sido probado? Cómo sabríamos noso- tros el valor moral de nuestras convicciones cristianas, si no estuvieran contrastadas con la prueba individual que se nos pide?... No podemos negar que la alegría de
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