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e ii cet Bl 15H 1494 178) 4041 8 ie pida a sencias producen, Fué recibido el Evangelio de labios de los apóstoles entre risas y desprecios primero, des. pués entre silbidos estridentes y contradicciones apa- sionadas, y finalmente perseguido a sangre y fuego con la pretensión de borrar sus páginas con la sangre de sus seguidores, que no hacía sino fijarlas y rubricarlas y ha- cerlas más creibles a los hijos de los mártires. El mun- do se alegraba del triunfo, mientras gemían los cristig- nos en los calabozos; aplaudía en el circo a las fieras que devoraban niños, ancianos, hombres robustos y de- licadas mujeres. Aquellos restos sangrientos, esparcidos en la arena, eran la imagen del Cristianismo, cuyos despojos señalarían el triunfo del mundo contra Jesús, pero el día siguiente demostraba lo vano de aquellos aplausos, cuando el Maestro, perseguido y muerto en sus miembros, surgía de nuevo victorioso, mientras sus verdugos llenaban los sepulcros o adoraban al ¿mismo que antes habían blasfemado. Los cristianos que han perdido la vida durante los espacios de tiempo pronosticados por Jesucristo, vícti» mas de la crisis del odio satánico desatado contra El, encontraban esa vida inmortalizada y sirviendo de tro- feo de la/gloria de su Maestro; los que sobrevivian sa- lían de las cárceles y de las catacumbas, mutilados qui- zás, pero purificados porla prueba pasada y cantando la gloria de la Iglesia, rejuvenecida en el fuego y corona- nada con el heroismo de sus mejores hijos. Era la tran- sición de la tristeza al gozo, pronosticada en el Evange- lio, transición que experimentamos todos los que pode- mos contar la vida de nuestra fe en' cincuenta años de existencia sobre la tierra, porque no ha pasado ni pasa

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