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6 mundo que habitamos y los mundos innumerables que ha- bitados o deshabitados, ruedan sobre nuestras cabezas, tuvieron un principio y van fatalmente a un término, co- mo todo lo que comienza. La tierra está integrada de moléculas o partes desintegrables, y llegará fatalmen- te un momento en que se desintegrarán; las energías fí- sicas que, reguladas con estupenda sabiduría, forman las leyes cósmicas son limitadas, se gastan; sin una in- tervención creadora de Dios la materia va a la destruc- ción y a la muerte, como nuestro propio cuerpo, cuya aparición, vida, desarrollo y muerte registramos y sen- timos personalmente. No decimos con ésto que la materia se aniquila. Dios no destruye nada de lo que hace, como puede demostrarse científicamente en la transformación mara- villosa y sorprendente de las fuerzas de la materia. La luz se transforma en calor y el calor en luz. Del movi- miento sale fuerza y de la fuerza el movimiento, de la fuerza y del movimiento surge la electricidad y de la electricidad derívase la energía y la luz y el movimien- to, y el calor y todas las maravillas de la industria y de la química que transforman la materia. Los elementos que componen los cuerpos orgánicos y vivos son idén- ticos a los que componen los inorgánicos y muertos; el hierro que circula por nuestras venas y enriquece la san- gre es el mismo hierro que se esconde en las entra- ñas de la tierra y que, asimilado por las plantas, entra en nuestro organismo al asimilarse los vegetales y es expelido por nuestros pulmones, oxidado y carbonizado. Todo lo cual demuestra la maravillosa unidad del uni- verso y la cantidad limitada de sus componentes; se de-
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