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que con su cayado y su palabra de luz y de fuerza so- beranas marca el terreno de la verdad y de la santidad, donde se perpetúa la unidad de todos los creyentes y se forma de todos los pueblos un solo redil, caminando al único destino de todo hombre que viene a este mun- do, que es la bienaventuranza del cielo. Comete un pe- cado gravísimo quien conspira contra esta unión de las almas, quien siembra discordias entre sus hermanos, so pretesto de finalidades políticas o de novedades cientí- ficas o invocando cualquiera otra razón disociadora, condenada de antemano por la razón suprema de Jesu- cristo que nos quiere a todos unos, así seamos nacidos en los extremos opuestos del mundo; porque lo que nos hace hermanos es la Sangre Preciosa derramada por nuestro amante Pastor, y el hogar verdadero en que;nos ha¿reunido que es la Iglesia, y la casa paterna hacia la que caminamos, que es la del Padre que ¡está en los cielos, a quien Jesús nos mostró y nos enseñó a invocar diariamente. Sostengamos esta fraternidad y esta unión de las almas en la verdad y en el bien.