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e o ejercer funciones sagradas sin que nadie les llame o sin exponerse a ningún disgusto? Tantos padres de fa- milia que se desentienden del alma de sus hijos y se ocupan apenas de su cuerpo y de que ganen el pan del hogar; tantos maestros que instruyen y no educan, por- que se figuran que hacen bastante con ganar malamen- te su salario, pero no se sacrifican por desarrollar el bien y la virtud en el alma de sus discípulos?... No es buen superior, ni padre, ni maestro el que lo deja todo al tiempo y al azar y rehuye el sacrificio y consiente que el error y el ambiente social corrompan las almas de sus subordinados por no tomarse el trabajo de delatar el mal y salirle al encuentro y perder popularidad, como- didades y dinero, antes que se pierdan los cristianos re- dimidos por la sangre preciosa del Buen Pastor Jesús. Y ¿qué diremos de los lobos carniceros, que sin ser lla- mados por Dios se prevalen de la autoridad política o de la posición social o del dinero o del cargo que ejer- cen para entrometerse en la conciencia de los desgra- ciados que están al alcance, enseñándoles positivamen- te el mal y la mentira, y separándolos del Maestro Di- viuo? El alma rehuye siempre la violencia; no se llega al santuario de la conciencia, forzando sus puertas o saltando por las ventanas, sorprendiendo la ignorancia o abusando de la buena fe de los incautos. La santa li- bertad del expíritu exige pruebas a quien pretende con- quistárselo; las almas puras desconocen la voz del in- truso y del hipócrita, y vislumbran al lobo bajo la piel de amigo con que se presentan los que roban y matan la vida sobrenatural, dada por quien supo morir en cruz, antes que consentir la perdición del mundo; se sienten
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