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Hs del templo vendrían primero; enseguida se implantaría el Reino de Jesucristo por toda la tierra sin las trabas fronterizas del Judaismo; entre luchas y victorias, el Evangelio iluminaría la redondez de la tierra. Y cuando estuviera completo el número de los elegidos, sobreven- dría el triunfo ruidoso y definitivo del Hijo del Hombre precedido de pavorosas señales en el cielo y en la tierra y de la destrucción del mismo globo terráqueo. Para tan solemne y tremendo acontecimiento previene el Señor a los suyos diciéndoles: «cuando viéreis cumplirse estas cosas, tened buen ánimo, levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra final liberación». Con nosotros hablaba, pues, Jesús al dar esa voz de alerta y aliento; y nosotros estamos en posición más ventajosa que los galileos que las oyeron con sus oídos de carne, porque hemos visto cumplida la primera parte de la profecía; la segunda se cumple sucesivamente en nuestros tiempos; y la tercera se cumplirá al final de to- dos los tiempos, cuando vendrá segunda vez Jesucristo como Juez de vivos y de muertos, rodeado de majestad y de gloria. Argumento apologético. Salgamos ante todo, al paso de los prejuicios pse- udo-científicos que quisieran encontrar absurdos en el grandioso fenómeno cósmico anunciado por el Divino Maestro, como si contrariara las leyes, que el hombre cree haber descubierto, reguladoras indefinidamente de la marcha de los mundos, flotando en el espacio. El ES
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