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a A > note PR nn AAA — 214— confianza: las promesas se han convertido en realidad y la Iglesia vive hace muchos siglos apoyada en la pa- labra de su Divino Fundador y Maestro. ¿Porqué pues hay tantos que no aciertan a creer, a quienes no es ga- rantía suficiente de la verdad religiosa la fe de veinte siglos y la santidad de millares de testigos y la persig. tencia de una obra que en Dios solo puede apoyarse? Por éso, porque hacen a Dios la ofensa de pedirle prue- bas, prevenidos contra la verdad que aparentan querer conocer. Antes de oir a Dios y a su Iglesia, consultan con sus encarnizados enemigos los títulos que puedan tener para resistir en nombre de su menguada razón, y demás menguados intereses partidaristas y bajos intere- ses humanos. Para probar la verdad se engolfan en lec- turas saturadas de mentiras; para discernir lo bueno, prueban ante todo lo malo; y cuando tienen el gusto bien estragado, y el alma poblada de nubes, y la inteligen- cia prevenida con los errores más crasos, entonces co- mienzan a dignarse otorgar su tiempo a Dios y exami- nar su obra, quejándose de que no ha sido bastante es- pléndido con ellos que lo buscan, y de que les niega sus manifestaciones. Quieren ver, palpar, no aman la luz, sino que buscan modo de escudarse contra ella. Tal suele ser el proceso espiritual de muchas almas que andan a obscuras en pleno día del Cristianismo y que quizás recibieron educación elemental cristiana de la que se avergonzaron. Son hipócritas con Dios nuestro Señor. Tenemos nosotros en el Evangelio de hoy el ejem- plo de Tomás Dídimo. Cuando Jesús satisfizo su curiosi- dad y condescendió con su exigencia, nos dió la doctrina

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