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10 Aunque otra cosa parezca, no son muchos entre los cristianos de hoy los que ven así el Crucifijo, y sus ene- migos no tienen inconveniente en aceptar a Jesús como un Maestro y lo aplauden y quieren hacerle decir lo que ellos piensan para autorizarse con su Nombre sacrosan- to, lo tienen como amigo del pueblo y rehabilitador de los pobres y aun como garantía del orden social: pero... no lo ven como Dios, y... no lo adoran en la Cruz, que- dan escandalizados ante el fracaso que ella representa, han leido del Evangelio la mitad, lo exterior, no han pe- netrado su espíritu, se suman a los ¡judíos que rehuyen reconocer al Mesías, porque no llena sus aspiraciones terrenas, y como si el satisfacerlas, mereciera la pena de que Dios se encarnara, nos hablara y muriera por nosotros. Para los buenos cristianos el triunfador de las pal- mas y ramos es el mismo que triunfará por su propio po- der de la muerte a la que habrá vencido muriendo, y el autor de la vida que habrá recobrado resucitando y su- biendo glorioso a la diestra de Dios Padre, donde su Nombre es sobre todo nombre, y al oirlo caen postrados el cielo, la tierra y los abismos.

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