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— 191— la Pascua; pero un designio superior a ellos los preci- pitaba, y Jesús moriría en plena Pascua. ¿Quienes eran aquellos hombrecillos para estorbar los planes de Dios?... La Víctima sagrada estaba señalada, no pasaría la Pascua sin que fuera ofrecida y sacrificada; pero era la Misma Víctima la que tenía la rienda de los aconteci- mientos. Argumento moral Teniendo en cuenta esta soberana disposición de Dios se comprende bien por qué la Iglesia celebra en este domingo la ceremonia litúrgica de las palmas y ramos, con la que recuerda alborozada la entrada triun- fante de Jesús en Jerusalén, y acto seguido en la santa Misa, lee íntegra la relación de la cruenta y humillante Pasión y muerte del Hijo de Dios. No han callado los e- vangelistas detalle alguno de aquella tragedia horrorosa, por humillante y bochornosa que pudiera ser para el Di- vino Maestro; el mundo debería saber cuánto sufrió el Redentor, y la entera voluntad con que lo aceptó, es- tando en su mano evitar el dolor y la muerte; nosotros debíamos conocer minuciosamente el camino que nues- tro Jefe espiritual siguió para la conquista de su Reino, que es el Reino de las almas, nadie debía ignorar la san- tidad de la Víctima, proclamada insistentemente por el juez que lo entrega a la muerte, ni la grandeza, ni el amor a la sublime voluntad con que Jesús se entregó inocente. Somos testigos de su triunfo, después de veinte si- glos pasados desde aquella escena imborrable, y pode-
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