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<= 100— bo Encarnado se produce entre nosotros y Jesucristo, un contacto iluminativo de su pensamiento divino que se abate, y de nuestra razón que se eleva, creyéndole como a Verdad que al mismo tiempo es camino y vida. Así se ha incorporado a la humanidad permanentemen- te el tesoro de la luz y de gracia y de virtud, que Jesús posee por naturaleza; ya no es la revelación pasada, es la revelación viviente que nos ayuda a seguirle, ingi- riendo en nuestro ser frágil, la fuerza misma de su vi- da divina, para que nuestras ideas y nuestras obras es- tén de acuerdo y seamos salvos. De aquí la trascenden- tal importancia de buscar a Jesús y de creerle fiados en su divina autoridad. Porlo mismo los que no buscan la verdad en Jesús o no la aceptan o no la siguen, an- dan perpetuamente palpando tinieblas respecto de su destino y del camino que han de seguir para salvarse, Cuando no hay luz, todos somos ciegos; pero si sobre- viene la luz, solamente quédanse ciegos los que no quieren abrir los ojos. Esta es la terrible ceguera que padecían los escribas y fariseos discutidores insidiosos de las palabras de vida eterna que oían de labios de la misma Verdad Encarnada. Argumento moral Es este un misterio de iniquidad en el que convie- ne ahondar un poco para prevenir en nosotros el peli- gro de vernos envueltos en sus oscuridades. Muy uni- das al entendimiento que ve la luz, y a la voluntad que se dispone a seguirla están las pasiones, fuerzas impul- soras para el bien y para el mal, capaces de estorbar

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