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— 179— misisti lesum Cristum». De aquí el amoroso empeño de Jesús en mostrarse al mundo, para que creyendo en su divinidad aceptaran su doctrina, y creyéndola, prac- ticaran¿lo que ella manda; quien resiste a Jesús, resiste a la luz y huye de la vida y se queda sentado en las ti- nieblas de la muerte. Rechacemos de plano la doctrina modernista tan del agrado de la generación presente, amiga de líneas imprecisas y de escuelas sin compro- misos morales, que enseña no haber venido el Maestro Divino más que a proponernos una doctrina moral, co- mo lo hicieran Sócrates o Platón, cuya autoridad no llegaba hasta lo íntimo de la conciencia. No: el Verbo de Dios al revelarse y revelarnos lo que oyó de su Pa- dre, exige la adhesión de nuestra inteligencia, facultad específica del hombre; sin un conjunto doctrinal de ver- dades religiosas dogmáticas que se impongan en vir- tud de la autoridad de una Inteligencia infinita, que las revela, no puede existir la moral racional y firme e in- variable para todos los tiempos y lugares, “segura base para los grados de la más alta civilización. Es cierto que la verdad no salva por sí misma y que es compati- ble con estados de corrupción de costumbres y reba- jamientos morales durante algún tiempo, pero no es menos cierto que sin enderezar el entendimiento, no puede el hombre emprender el camino de su resurgí- miento espiritual y aproximarse a Dios: lo que no se conoce, no puede ser amado, y toda idea elevada de si misma, tiende a encauzar el movimiento de la voluntad hacia arriba; todo camino que sube, aproxima a Dios, y la verdad revelada y conocida es el primer síntoma de resurrección moral. Cuando Dios nos habla por su Ver-

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