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tienes? Respandió Jesús: Si Yo me glorifico a Mi mismo, mi gloria direis, no vale nada: pero es mi Padre el que me glorifica, aquel que decís voso- tros que es vuestro Dios. Vosotros, empero, no le habeis conocido. Yo si que que le conozco, y si dijere que no le conozco, sería como DOSOÍros mentiroso. Pero le conozco bien y Observo sus palabras. Abrahán, vuestro padre, ardió en de- seos de ver este día mío: vióle y se llenó de gozo. Los judíos le dijeron. ¿Aún no tienes cincuenta años, y viste a Abrahán? Respondioles Jesús: En verdad, en verdad os digo, que antes que Abra- hán fuera creado, Yo existo. Al oir esto, cogie- ron piedras para tirárselas, más Jesús se escon- dió milagrosamente, y salió del templo. Aclaración literal del texto El pasaje evangélico que acabámos de leer excita en el alma la santa indignación que se siente ante la vi- leza de los hipócritas y falsarios. El Divino Maestro agota todos los recursos de su paciencia y bondad des- haciendo la tortuosa dialéctica de escribas, fariseos y doctores de la ley, empeñados en torcer el sentido de sus palabras y acosarlo a preguntas, a cada cual más im- pertinentes, en el terreno espiritual que es el alma de la doctrina del Maestro Divino. Argúyeles victoriosamen- te con la pretendida filiación de Abrahán en que se es- cudan, y ellos, los conductores del pueblo de Dios, que vivían de la esperanza del Mesías, se obstinan en cerrar los ojos a la Luz que tienen ante si, vuélvense contra 12

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