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plican el Evangelio a nuestra propia vida; y son a- polegéticas, porque sostienen la divinidad del Ma- estro, razón soberana de la obligación que todos te- nemos de seguirle. El método seguido es sencillísimo; pongo en ca- da Dominica del año el texto del santo Evangelio que se lee en la Misa correspondiente, traducido a la lengua vulgar, para abreviar y evitar repeticio- nes. Enseguida cntro en la aclaración literal del tex- to, que será la base de la doctrina que intento desen- volver: luego expongo las consideraciones morales y E apologéticas a que el texto da márgen, y deduzco dd TAS las consecuencias que de ellas podemos sacar para Ann E nuestra vida práctica; ocupo así unas páginas que en AES orden al tiempo en que pueden ser leídas o dichas Ed iii ES en público, pueden ocupar quince minutos, que es el máximum de que en la misa puede disponerse sin hacerse excesivamente largo. A NS Y convencido de queel Sto. Evangelio ha de darse a los pequeñuelos más desmenuzado, casi mas" ticado, y apropiado a su capacidad intelectual, des- pués de cada Homilía y calcado sobre el mismo tex- to evangélico, pongo la explicación exclusiva para los niños que pueden formar grupo especial en Mi- sa dedicada a ellos, o seguramente lo formarán en la hora de la Catequesis, cuya necesidad nadie des- conoce, Quiera Dios hacer que estas páginas le den glo-

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