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— 170— que uno y otros tienen del valor moral de las acciones humanas y de la relación de subordinación que las co- sas materiales tienen con las espirituales. La prosperi- * dad del pueblo estaría así en razón directa de su apos- tasía de Cristo: contra lo que paladinamente declara el Espíritu Santo: «La justicia eleva las gentes y el peca- do las hace desgraciadas». Argumento moral Pero... ¿existe relación directa entre el quebranta- miento de la Ley divina y la prosperidad del hombre sobre la tierra? ¿Será inconveniente la fe cristiana para llegar a ser moderado y justamente rico? o será preciso quebrantar el día festivo, y la justicia en los contratos, y la palabra empeñada, so pena de no prosperar jamás en sus ganancias?... El sentido común cristiano más ele- mental y la experiencia diaria están dando la única con- testación: no: los pueblos no crecen por la acumulación de riquezas materiales, ni se conservan por la satura- ción de placeres sensuales, ni se perpetúan por el pre- dominio de la materia sobre el espíritu. Jamás Dios cas- tiga el bien con el mal material; las restricciones que el orden moral impone a nuestra voluntad depravada o a nuestras desenfrenadas concupiscencias puede acarre- arnos molestias y exigir de nosotros sacrificios, tanto menores cuanto mayor sea la costumbre de vencernos, pero ellos son la razón de toda nuestra grandeza espi- ritual, el principio de toda probada honradez y la oca- sión de todo heroísmo. Nadie prueba mejor su amor a

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