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diran AS Es e hambrientos que comen sin dignarse levantar la mirada al Padre que lo provee desde el cielo. No es más difícil a Dios el sustento ordinario del mundo que la milagro- sa alimentación de las turbas que acamparon en el de- sierto y recibieron de su mano el pan centuplicado en- tre las manos ¿del Divino Taumaturgo. Pero el caso prodigioso nos da una prueba incontestable de cómo sa- be el Señor hacer honor a su palabra cuando el hombre busca lealmente su Justicia y se coloca en el terreno de la realidad moral y espiritual a donde el Soberano Maes- tro quiere llevarnos. Argumento apologético Sucedió lo que siempre en aquellos casos; estalla el entusiasmo de las muchedumbres sencillas; todos aclaman al nuevo Profeta que aparece en Israel, mien- tras los patrioteros, inspirados en los prejuicios de cas- ta y en torpes glosas farisáicas de la Ley, pretenden aprovechar el momento para que Jesús sirva de idolo y de Rey; quién mejor que aquél hombre, que tan llana- mente resolvía el magno problema de la alimentación pública, para asegurar la prosperidad del pueblo? He aquí en un momento invertidos los valores mo- rales; de un milagro hecho para afirmar la confianza en Dios en el orden espiritual, quieren servirse para trans- tornar el orden del Evangelio; piden que sirva primero para asegurar el reino de la tierra y la posesión de los bienes materiales; y secundariamente para lo demás, si es que les preocupa el orden religioso en que se movi-

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