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A a FITO PON A flo rs ape iii PP Además, debéis tener en cuenta otra cosa inportantí- sima. Para vencer al demonio necesitamos todos la luz y la gracia de Dios. Solos no podemos vencer el enemigo: es poderoso, y sabe de engaños y mentiras para seducir aun alos hombres más experimentados. Solo Dios lo hu- milla: y lo confunde quien en Dios confía: «Todo lo puedo, exclamaba valientemente San Pablo, en Aquel que me conforta.» Con Dios somos invencibles, sin El somos como débiles cañas que se caen ante el viento. Pues bien, el ni- ño inocente, el niño santificado por la Primera Comunión, el niño unido así a Dios, goza de la robustez y de la fuer- za divina, más que los hombres grandes confiados en su fuerza y sabiduría. Pero al primer pecado, Dios se aleja de ese niño, no puede El habitar con el demonio en un alma caída: y si se repiten las caídas y las recaídas, el a- lejamiento de Dios va siendo mayor y el atrevimiento del diablo crece: es cobarde y se lanza contra los débiles. Nosotros no sabemos cuantas veces querrá Dios perdo- narnos y lanzar a Satanás de nuestra alma. Alguna gracia de perdón debe ser la última, pero...no sabemos cual. ¿Cómo pues, no temeremos que Dios nos abandone por las repetidas ingratitudes, e indefensos seamos presa del infierno?,. Cuidado, por tanto, con entrar en tratos con el enemi- go:rechazadlo siempre, aunque se presente disfrazado con el amigo, con el libro, con la diversión, con el consejo de un mal instructor, o de cualquiera que sea. Los niños que andan en arreglos con los satélites de Satanás en este mundo, no pueden vivir con los Angeles en el otro.

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