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pro pA el mundo nuevo que surgió a su paso sobre la tierra. No ha y pueblo que pueda llamar a Jesucristo su- yo exclusivamente. Es de todos los pueblos. No hay escuela que pueda pretender tenerlo por discípulo; es el Maestro de todas las escuelas de la verdad. No ha y poder de la tierra que pueda gloriarse de hacerlo servir a sus intereses políticos; Jesús está so- bre todo poder; es Rey de reyes y Señor de los que gobiernan; ninguno puede exigir obediencia, cuando manda contra El; forman ya ingentes montañas las ruinas de tronos caídos al choque con la piedrecilla, puesta por Dios en el suelo como fundamento de cuanto ha de ser firme; Y que se hace trizas en cuan- to de Cristo se separan. Ha corrido ya mucha sangre de mártires y co- rrerá todavía mucha más, por sostener esta suprema- cía incontestable de Jesucristo, y por defender su poderío espiritual en el mundo; y toca a cada épo- ca sostener el pensamiento cristiano en el terreno que sea combatido, y a todos hacer predominar en el hogar, en la calle, en la escuela, en las leyes, en toda manifestación de la vida individual o social, la soberanía moral, espiritual del Evangelio, aceptán- dolo en todas sus consecuencias, informando con sus lecciones las ideas y las costumbres, y dando final- mente carácter definido y cristiano a la vida toda. Las homilías, pues, son de sí morales, porque a- A
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