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— 169 — ban en vivir dentro de ese reino y no reconocen el po- der de quien así lo anula de hecho? Todavía les enrostra, para evidenciar su inexplica- ble ceguera, el poder de exorcizar que tenían los sacer- dotes judíos: «si yo lanzo a Satanás, en nombre de Bel- cebú, vuestros hijos en nombre de quien los lanzan;?» ellos están juzgando vuestra inepcia y delatando vues- tra obstinación. Si vuestros hijos en nombre de Dios y yo en mi propio nombre y en virtud del poder que del cielo traigo, lanzo los demonios, entended que eso es señal de que se acerca el fin del reinado de Satanás y se establece el reinado del Mesías. Ahora bien, el Rei- no de Dios sabio, perfecto y eterno no admite divisio- nes: «el que no está conmigo, está contra mi». Satanás, el fuerte armado, creíase seguro desde la victoria del paraiso en posesión del hombre caído: pe- ro está aquí otro más fuerte que él, anunciando de he- cho el inevitable fin de su reinado y la redención del hombre; se cumple la profecía que amargó desde el principio el placer malsano del principio del mal; ya no podrá haber confusiones; o por Cristo o por Belial, na- die podrá borrar la señal que divide el campo del bien del campo del mal. Las obras dan testimonio de quién es cada uno: los hijos de Dios siguen la luz que de Dios viene y a Dios los conduce: los sectarios del diablo se conocerán por sus depravadas obras. La Iglesia de Cris- to congregará a cuantos sean discípulos de la Verdad; las sectas más incoherentes cobijarán a los seguidores de las tinieblas, ciegos inventores de novedades y con- tradicciones palpables. ¿Será posible manifestarse neu- tral, inventando subterfugios farisáicos para no decla-

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