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reció en Judea: Cristo, el Hijo de María de Naza- * ., ret, está incorporado por su Encarnación a la hu- manidad físicamente, y por su magisterio y por la Redención que llevó a cabo, está inseparablemente unido a nuestros destinos, le estamos espiritualmen- te incorporados; y ésto es lo que las páginas siguien” tes intentarán demostrar sobre toda otra verdad par- cial; que nadie puede salvarse simser de Cristo es- piritualmente, sea cual sea su raza, su nacionalidad, su cultura, su situación social en el mundo; El es la cabeza de los predestinados, el primogénito de las criaturas, la razón del orden moral. El fracaso del pueblo judío como pueblo elegi- por Dios, para dar paso al V erbo hecho carne, con- sistióen no haber reconocido el carácter eminente- mente espiritual de su misión, en falsear el sentido de sus Libros santos y desconocer al Señor de la gloria a quien pudieron prestar la sangre de David, pero a quien no podían cerrar en susfronteras nacio- nales y cuyo reino debía ser forzosamente universal. Este desconocimiento, previsto en las Escrituras del pueblo judío, dió ocasión a la propagación inmedia- ta del Evangelio por todo el orbe, iluminándole con raudales de luz divina que transformó el mundo, mientras el pueblo hebreo quedó sentado en las ti- nieblas de la noche de su culpable ¡gnorancia. Y como el mundo cristiano tiende siempre a ba- jar la mirada de las altas cumbres del orden epiri-

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