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— 137— Comprueba que sus armas antiguas se mellan ante lo invulnerable del espíritu de Jesús y entiende y deduce que le amenaza un poder secreto espiritual con el que no contaba en su orgullo. Y con toda la aterradora claridad con que esta ame- naza aparece en su inteligencia obstinada, ve también que se ha quedado a obscuras en lo que tanto le impor- taba saber. A todas sus tentaciones ha precedido la in- sidiosa condicional: «Si Filius Dei es.» Si eres Hijo de Dios. Necesitaba saber si lo era o, si no siéndolo, am. bicionaba serlo o parecer. Tal era la aspiración en la que el tentador había sucumbido, por no conformarse a ser menos que Dios. Era la maligna sugestión que alu- cinó a los primeros Padres en el Paraíso. Esperaba Sa- tanás que Jesús descubriría su pensamiento sobre tema tan importante, dándole la clave para el porvenir, pe- ro... nada, nada. Jesús lo confunde con sapientísimas respuestas, completando el sentido de las palabras bí- blicas que el diablo aduce, trancadas para su maligno intento, y lo deja ignorar lo que más le importaba sa- ber, si era o no era el Hijo de Dios anunciado, esperado y profetizado en los Libros Santos. Había pues fracasado la estrategia diabólica. N por la sensualidad, ni por la ambición de los bienes de la tierra, ni por la soberbia, había abierto brecha en el ánimo de aquel Hombre que debería estar ya extenuado por el prolongado ayuno de cuarenta días, preparado para entrar en batalla con los poderes del mundo y que iba a ser aclamado por Hijo del Altísimo e iba a inau- gurar una nueva era en la Humanidad, ántes vencida por Satanás. Magnífica lección que los hombres aprende-

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