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0 tando sus palabras y sus acciones, puesto que el Ma- estro soberano enseña siempre y sus actos son leccio- nes que nos guían en lo que debemos hacer, tanto como sus palabras y de ambas deducimos siempre sin esfuerzo la divinidad y la autoridad suprema del que nos enseña. Así deducimos del Evangelio mismo la divinidad del Cristianismo y su estructura íntima; en él encontramos la revelación de Dios y A la revelación del hombre; el ciclo de festividades L : a =+ S ñ sagradas comienza con el anuncio y preparación de * E la primera venida del Hijo de Diosa la tierra, y ' A P J Y E. concluye con el anuncio de su segunda aparición en - E l mund d drá d fi loria y E el mundo, cuando pondrá de manil esto su gl ia E: majestad tan disimulada en la prime habrá — E P ra y que habrá * : E servido a muchos para desentenderse de El, desde- so” o . ; ñando su doctrina y sus ejemplos. Por ésto la homilía adquiere sin esfuerzo el me. Ne doble aspecto de enseñanza apologética y ense- ñanza moral; demuestra sencillamente la divini- dad del Maestro y la obligación moral de seguirle como único camino de salvación. Forman los cuatro evangelios un todo integral histórico que nos ha con- servado el relato de los acontecimientos portento- sos, realizados hace veinte siglos en Palestina, patria terrena del Hijo de David; pero las consecuencias que se derivan de aquella vida prodigiosa transcien- den el espacio y el tiempo; todo hombre que viene a este mundo queda iluminado con la Luz que apa- DIOCESE O SNE NAAA

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