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sm nd Bear" En >> ran, como espera el labrador la cosecha de lo que sem- bró, confiando en su labor, en la lluvia y el sol. Pero así como no todos los campos producen el espe- rado fruto, no todos los niños al crecer dan lo que prome- tían, sino que suelen dar grandes y dolorosas sorpresas, haciendo inútil cuanto sus padres, el maestro, los sacer- dotes y la gracia de Dios han preparado en sus almas, Ellos no han cooperado y sólo producen espinas y abro- jos. El secreto de ésto es que no todas las tierras reciben de igual manera la semilla que en su seno se deposita. Ya habeis oído cómo explicaba el Divino Maestro la pa- rábola evangélica de hoy. Si la educación cae en el alma de un niño bien dispuesto, dócil a la acción de los que en nombre de Dios lo cultivan para el bien y ese niño procu- ra atender a lo que se le enseña y recordarlo y pedir al Señor que le ayude a practicarlo, es santo, todo se puede esperar de él, da un rendimiento de cosecha de ciento por uno. Pero si el niño o la niña son como tierra revuel- ta con piedras de la orillas del camino, o mal cultivada y que esconde semillas y raízes de malas hierbas y de espi- nas, es decir, si es distraído, perezoso para estudiar y aprender; si no se deja labrar hondo, como las tierras donde el agricultor pasa y traspasa el arado para remo- ver todo lo malo que puede haber escondido y sacarlo afuera; si cuando se le reprende se irrita, se enoja, huye tanto del padre como de la madre, del sacerdote y del maestro, porque le quieren arrancar del alma los gérme- nes del mal que en ella depositó el pecado original, en- tonces ese niño o esa niña van creciendo como terreno bal- dío y no saben producir sino pecados y maldades que les salen por la boca, como las espinas salen de la tierra; di- cen feas palabras, mentiras, insolencias; no los puede aguantar nadie y conforme se hacen mayores, son más ma- los e insoportables y odiosos a los ojos de Dios. ¿Qué se

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