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A id tibio il AE — 118— donde cae. Bien puede ser fecunda, y Óptima la simien- te; mas si cae en tierra mala, quédase infecunda y se malogra. Fijémosnos bien que el Divino Maestro no hace distinción o clasificación de semillas. Toda palabra caida de los labios de Dios, lleva gérmenes de vida eterna. La clasificación es para las distintas tierras que la reciben. Argumento moral Jesús mismo se dignó adelantarnos la aplicación li- teral de esta hermosa parábola. No hay más que se- guirla y ahondar cada uno un poco sobre su conciencia para saber a qué atenerse en asunto tan fundamental, Es el alma de muchos, como tierra buena de sí, pero sin cerco, así como un camino abierto a los transeun- tes. Sucede, pues, que oyen la Palabra de Dios que cae junto a los senderos de tránsito, donde es luego pisada y hollada y quédase para pasto de las aves del cielo, Oyen los tales a Dios distraidos, sin darle mayor im- portancia; dejan así pasar el momento de la gracia, de la luz, que pasajeramente parecía conmoverlos; quizá asomó una lágrima a sus ojos ante el lenguaje mudo del cadáver de una madre amada, pero luego se distraen, el viento de las vanidades orea las lágrimas y quédanse como antes. En otros es quizá un remordimiento que surje ante la desgracia o súbita iluminación de un buen libro o de un buen consejo, pero los cuidados de las co- sas de la tierra disipan esos recuerdos y quedan sin fru- to. Una de las más tremendas sorpresas que nos aguar-

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